jueves, 7 de abril de 2011

Ensayo sobre el futuro basado en el libro " Tú y yo objetos de lujo"

Futuro: nuevos espacios” (Yo y tu objetos de lujo)

El mundo evoluciona constantemente y a una velocidad inimaginable. Hace unos años, se llamaba a un lugar para buscar a una persona. Ahora, sin embargo, se llama a una persona para a ver si está en un lugar. Distensiones así son las que nos obligan a actualizarnos constantemente si no nos queremos quedar anticuados, tanto de pensamiento como de obra. Sin duda nuestros pensamientos están influidos por la realidad que percibimos y nos ha tocado vivir. Suena muy contundente pensar que estamos sometidos a la tecnología, pero es así. En plena revolución industrial, la gente se empezó a dar cuenta de esto por la introducción de maquinaria que les suplía sus funciones laborales agilizándolas. Así pues, estas personas tradicionales o conservadoras que optan por ir en contra de los nuevos descubrimientos que nos van facilitando la vida poco a poco o no se integran en los progresos, yo los denomino “neoludistas”. Todo lo nuevo sorprende, y como novedad es minoría en un principio por lo que siempre la represión gira en torno a ello. En parte, es comprensible que se opongan a vivir en el mundo en constante cambio, donde las cosas se hacen por vender y por ello dicen que de menos contenidos y conocimientos mínimos. Es cierto que antes una persona inteligente era un sabio que se pasaba la vida leyendo y estudiando montañas de libros. Sin embargo hoy es una persona capaz de moverse hábilmente para conseguir una información cuando le hace falta recurriendo a la red para forjar un amplio punto de vista que le conlleve opinar racionalmente.
Cada vez las máquinas diseñadas hacen el trabajo de más hombres, antes una familia tardaba en vendimiar una cosecha normal unos dos meses, hoy en día, una máquina en cuestión de una semana ha recolectado de manera igualmente eficaz los mismos kilos de uvas. Esta tarea es muy dura y costosa, pero ya no es fácil decir eso cuando nuestro país ronda los cuatro millones de parados.
Los cambios en la sociedad motivados por los inventos hacen que nos aburguesemos y tendamos a una homogenización de todos los miembros. Si estas tecnologías nos unen, nuestros hábitos de consumo se parecerán y la una superficialidad muy radical.
La tendencia a la homogenización cada vez tiene más adeptos, ya todos vamos a comprar al supermercado en vez del autoservicio, ya no tenemos la peseta dependemos del euro y su posición frente al dólar, una persona no es importante ya si no domina la lengua inglesa…
Así pues, si este proceso se completara, podría acabar con las guerras y el terrorismo, todos tendríamos un sentimiento común, lo que yo llamo “nacionalismo social”.
Es un supuesto muy relativo ya que la balanza se equilibra, une a sus sujetos en forma, pero no en contenido.
Mientras cada vez somos más indisolubles gracias a una cultura superficial y objetiva en parte por culpa de los medios de difusión, los aísla en sus relaciones interpersonales.
En esta línea, continuamente dotamos más a las cosas con unas determinadas características que le atribuimos directamente de las personas. Por ello, suplimos nuestras carencias afectivas a través de la tecnología. Ya no tenemos un perro, tenemos un tamagochi cibernético que se alimenta del cariño en horas que le dedicamos al día fielmente; ya no nos desplazamos para tomar un café con un viejo amigo, ahora chateamos…
Las marcas dotan de vitalidad a nuestra cultura, (sufren enfermedades, se curan según su índice de ventas) completándola y personificando los nuevos productos que inundan el mercado para que los consumidores se sientan identificados con ellas.